El origen de la «dificultad para expresarse» en una consultante

Viene a consulta una mujer de 40 años quien siente inseguridad de comunicarse en todas las formas pero la peor es verbalmente.  Ella es una persona inteligente, una profesional con altos logros académicos y cuando tiene que articular palabra siente miedo y se paraliza.

Dice que le da vergüenza equivocarse, le da miedo hacer algo mal que la haga sentirse tonta ante los demás. Ella es muy intelectual y mental, su cerebro se esmera por organizar muy bien la estructura y el orden correcto de las oraciones, teme no estar dando el mensaje de forma apropiada.  También siente que la mayor parte de su vida no se ha expresado de acuerdo a sus propios estándares.  Lo hace bien cuando tiene tiempo para preparar conferencias o talleres, pero la espontaneidad no es lo suyo.  Siente que su desempeño es muy deficiente cuando sorpresivamente le piden que manifieste su posición en relación a algún tema para el cual no se había preparado.  Su opción es mantenerse callada en todas las reuniones de trabajo porque aunque sabe que puede aportar muchísimo, el miedo de que le pidan su opinión no le permite concentrarse en el tema que se está discutiendo.  Tampoco se encuentra a gusto con su pasividad en las reuniones.

Iniciamos una dinámica guiada para detectar la raíz del conflicto.  Ella se ve como una niña pequeña, tiene alrededor de  3 años.  Está pasando un apacible momento con su madre, quien hace los quehaceres de la casa, está de muy buen ánimo y sonriendo le indica que le diga a su padre que le envíe un cigarrillo, pero no usa la palabra cigarrillo sino que lo llama de otra manera.  La niña siente que su madre usó ese término como un juego.  La niña se dirige a su padre y le da el mensaje.  El padre se molesta muchísimo y le envía una respuesta bastante grosera a la madre. La niña se siente contrariada porque estaba en medio de dos situaciones completamente diferentes, no entendió cómo era posible que un mensaje armonioso y juguetón provocara una reacción tan brusca. De regreso hacia su madre le cambió el estado, iba con miedo, tristeza y culpabilidad, obligada de entregar esa respuesta tan cruel. El momento armonioso se interrumpió.  En el camino también repasa en su cabeza el ¿cómo pudo haber sucedido algo así, cómo pudo haberse evitado?, ¿esa reacción pudo haber sido detonada por el término usado, era éste inapropiado u ofensivo?.  La niña fue obediente y entregó la respuesta a la madre, sintió lástima de ella.  Este breve momento en la vida de una niña de 3 años hizo que esta mujer viviera 37 años con dificultad para expresarse.  Todos ese tiempo tenía activos el miedo, la inseguridad de herir a alguien injustamente, el temor de activar reacciones violentas en las personas, sentirse culpable e incapaz de controlar la comunicación y sus consecuencias.  Procedimos a gestionar los recursos necesarios para que la niña quedara libre de esas emociones.

Posteriormente nuestra amiga nos reporta que se comunica mas, con mayor espontaneidad, fluidez, aplomo y seguridad, siente un gran alivio al liberarse de la culpa de como reaccionen los demás.  Ha dado un cambio muy positivo al liberarse también de la tensión de estructurar, ordenar y controlar su expresión.

Con la exposición de este caso, no se pretende insinuar que todas las personas con dificultad de comunicarse sea debido a conflictos similares.  La vivencia de cada ser humano es única e irrepetible así como la solución.

La Decodificación Biológica es una herramienta eficaz para encontrar el alivio, la calma y la coherencia en nuestras vidas.

«El hombre mas poderoso es aquel que es totalmente dueño de si mismo». Aristóteles

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